Media Montaña. Castillo de Acher. 28 de Julio 2019. Crónica.

Castillo de Acher (esta vez sí).

El año pasado no pudo ser, la nieve imposibilitaba subir al castillo sin la
ayuda de material técnico, pero en esta ocasión, planteado un calendario
más propicio, emplazando la actividad a finales de julio, no quedaba otra
que tratar de cumplir, ponerse las mejoras galas del senderista avezado y
acometer los más de  1.200 metros de desnivel en poco más de seis
kilómetros y medio pendientes.

Al lío. Convocados en las Iglesias, y dado que llegar a los valles
occidentales requiere de algo de tiempo, cogimos carretera prontito. Café
en Puente la Reina a eso de las ocho, donde nos reagrupamos los 16
participantes y una hora más tarde, sobre las nueve pasadas, estábamos
listos para caminar. El día estaba algo gris, fresco, ¡Peor qué narices,
una bendición tras una semana de calores en el valle del Ebro, registrando
día tras día temperatura más alta del país!

Total, que nos internamos en un bosque atlántico clásico: hayedos y
coníferas imponentes. Se gana altura rápidamente y aunque algún tramo
suaviza, la ascensión enseguida templó nuestros cuerpecitos y empezábamos a
quitarnos ropa. Al salir a la pradera, las vacas miraban indiferentes como
nos echábamos cremita, y como todo en esta vida, algunos con más y otros
con menos éxito, como se vio al terminar la jornada, pero no adelantemos
acontecimientos. Ganada la pradera, hay visión de la mole del castillo y se
avanza hasta su base oriental para llegar a una zona de terreno algo
suelto. Con una serie de diagonales se llega a la canal y asaltamos el
castillo. Estamos en el valle suspendido; enfrente unos sarrios acampan
tranquilos e indiferentes al subir y bajar de excursionistas que rodeamos
el perímetro de la montaña para acceder a la cima. A las 12 y media
coronamos, celebramos, nos abrigamos y cumplimos con la foto coral. Comemos
al abrigo de la pendiente, protegiéndonos de la nubosidad y el viento que
azota la cima. Cuando se abre el cielo, las vistas son magníficas, y antes
de abandonar la mole del Castillo de Acher aún lo rodearemos y subiremos a
su cima gemela menor para contemplar mejor la vertiente Norte del Bisaurín
aprovechando que aclaraba y se abrían los cielos.

Deshacemos el camino andado y agrupados y ordenaditos bajamos poco a poco,
arreglando el país. Qué digo el país, ¡el mundo!, Lástima que no quedase
prueba escrita que recogiese para futuras generaciones la oratoria, los
argumentos y los diálogos intercambiados (*a mí no me gusta hablar, pero*…que
os voy a contar) dignos del mejor capítulo de juego de tronos. En fin, que
llegamos a los coches tras casi 7 horas de actividad, que como broma ya
vale, y algunos valientes como colofón final, aún se refrescaron en el río.
De todas formas, como mayormente somos personas civilizadas y serias, nos
despedimos formalmente cerveza en mano, en la posada de Puente la Reina (si
pensabas que repitiendo 8 horas mas tarde te hacían precio, un bono y/o
descuento, piénsalo otra vez).

Jornada muy grata de montaña, como siempre lo mejor la compañía, un placer
disfrutar de la pasión del monte entre un grupo de locos entusiastas.
Agradecer a todos la participación, generosidad y colaboración, de tal
forma que a titulo personal de este cronista, el mayor desafío ha sido sin
duda pasar de las dos ruedas a las botas, y ahora mientras tecleo estas
líneas, me lo recuerda una nuca algo colorada e irritada, y unos cuádriceps
lastimosos.

En fin, y fin.

Nota final, preparar los papeles y llevarlos el miércoles al club para
solicitar subvención.

Nos vemos, un abrazo gordo.

Fotos de la actividad.