Travesia 30 Aniversario-Aigüestortes.1/3 de Noviembre 2019. Crónica.

Crónica de la travesía del 30 aniversario.

(¡Por todos los dioses!)

Y durante todo el día los aqueos aplacaron al dios con el canto,

entonando un hermoso peán a Apolo, el que hiere de lejos,

que les oía con el corazón complacido”.

(Homero: Ilíada – Canto I – 474)

“Cuando todo el mundo llegó a la cima, inmediatamente se abrazaron unos a otros, incluidos los generales y los capitanes, con lágrimas en los ojos. Y de repente, siguiendo instrucciones de no se sabe quién, los soldados acarrearon piedras e hicieron una gran pila.”

(Jenofonte: “Anábasis” Libro 4 – VII. 25)

A Ségolène, alumna aventajada, por compartir su chorizo conmigo.

La que iba a ser la travesía del 30 Aniversario fue asignada de oficio. A efectos organizativos las instrucciones fueron escuetas: Aigüestortes (lejos). Un puente festivo (tres días). Noviembre (meteo incierta). La ruta, en fin, desconocida u olvidada. Esto último me inquietaba menos pues los paraísos, por lo general, están siempre por descubrir.

De modo que 4 horas de coche y 4 horas de marcha para el primer día. Lo mismo para volver el tercero. 1000 metrakos de subida y 1000 de bajada. 16 amigos dispuestos y entusiasmo garantizado. Un día en medio con un collado, un pico tachuela, larga bajada y vuelta a subir. Más de 800 metros positivos se sumaban aquél día. Un refugio en cada extremo y un paraíso oculto. Todo organizado. Todo perfecto. Demasiado perfecto, pero… ¿y los dioses?

A alguien se le ocurrió que era mejor servir a un solo dios. En cierto modo tenía razón. Tener muchos dioses requiere rigor, cálculo y precisión. Cada uno tiene sus funciones: ¡ojo con equivocarte a quién le pides que te ayude con el examen, los negocios o la quiniela! Si te encomiendas al equivocado, el autorizado se puede mosquear. Peor si te olvidas o ignoras que existe el dios de, por ejemplo, los penaltis: no sólo siempre te los pitan en contra sino que además no sabes por qué. Así, los antiguos tenían en sus planes de estudios una compleja clase de religión, donde aprendían a quién invocar, hacer un sacrificio, halagar y a veces increpar cuando les dolía una muela, no llegaban las mercancías a puerto, invadían sus fronteras o apostaban en el circo máximo a la cuadriga ganadora, que era lo más parecido a un Barcelona-Real Madrid de hoy. Y como quiera que los diferentes pueblos, de grado o a la fuerza, compartieron espacios, acabaron por copiarse, adaptarse, asimilar y reinventarse. A eso hoy le llamamos globalización. Miraron hacia arriba y poblaron el universo de dioses, que llamaban diferente según la nación, pero que hacían más o menos lo mismo. Y de esta forma, según qué les atribulaba, indignaba, enardecía o agradaba, hacían la invocación oportuna al dios correspondiente: por Mercurio (si buena o mala noticia), por Marte (en medio del combate), por Castor y Polux (en el hipódromo), por Eros (en la discoteca), y también: por Odín, por Thor, por Zalmoxis, por Tutatis…por favor.

El monoteísmo lo simplificó. Uno sólo se encarga de todo. O eso parece. Pues si bien la cultura cristiana fía la omnisciencia y omnipotencia a un solo dios, el presunto pluriempleo del titular queda en entredicho si observamos el subarriendo que de sus tareas ha hecho la tradición. Hombres y mujeres santificados que aportan una a menudo traumática experiencia en ciertos empeños, adquieren así competencias que guardan relación con algunos de los asuntos cotidianos que afligen a sus antiguos convecinos de planeta. Así tenemos a Santa Lucía, Santa Bárbara, San Cristóbal o Sankt Nicolaus (papá Noel). ¡Ah! Y pronto celebraremos Santa Cecilia, patrona de los músicos. Todos beatificados post mortem, pues sólo conozco un caso de deificación en vida: Maradona (el de los penaltis), y no goza de reconocimiento universal…

No es mi intención frivolizar (¡Dios me libre!). Mi madre, monegrina de Alcubierre, aún relata sus recuerdos de las rogativas en procesión, cura al frente, para solicitar a San Caprasio que intercediera para que se reprogramaran los modelos atmosféricos y proporcionara lluvia. ¡¡¡Lluvia!!! Es decir, ha habido siempre y de siempre quien se ocupara y preocupara de que lloviera. Con carácter general San Isidro, que como labrador que fue, es más sensible al problema de la sequía.

Mas obsérvese que apenas hay constancia de solicitudes en sentido contrario, es decir, para que no llueva. Aunque alguna oración haya documentada para hechos concretos: alguna boda. Y es que rogar para que no llueva se entiende como acto aberrante que indispone al solicitante con el orden natural del que forma parte. Tiene que llover. Rogar por lo contrario no es políticamente correcto.

El cristianismo no entiende tanto de hechos puntuales. El vínculo fluido entre lo humano y lo divino pasa por la observancia de una normativa ética que, si bien promete al mortal un final exitoso y feliz, no garantiza que en el tránsito terrestre todas sus actividades estén bendecidas por la Fortuna (una diosa griega, por cierto). Por contra se le exige al observante un plus de resignación y renovado ejercicio de fe: todo obedece a un plan divino. Imposible sustraerse al Destino… ¿o sí? El destino fue otro invento griego y en la lucha por rebelarse ante lo inevitable está el germen de la tragedia griega.

“La etapa fue dura: un viento del norte soplaba en sus caras quemándolo todo de frío y helando a los hombres. Un adivino les dijo que inmolaran una víctima al dios del viento y así lo hicieron. A todos les pareció bien claro que cesaba el rigor del viento.”

(Jenofonte: “Anábasis” Libro 4 – V. 3, 4)

Llovía, desde luego, el segundo día. Ya de mañana. No mucho, pero las nubes se amontonaban. Y como la historia no la escriben los cobardes, allá fuimos. El “que amontona las nubes” en la mitología griega es el propio Zeus. Importante debe de ser la tarea cuando el jefe no delega. Su colega en la saga germana es Wotan como titular en la jefatura, si bien corresponde a Donner el negociado del tiempo. Donner, el trueno, tiene incluso asignado un día, el jueves. Pueblos guerreros los del norte, concebían un paraíso de acceso exclusivo a los valientes. Alardeaban de no conocer qué cosa es el miedo.

Parecía pues adecuado, tal como estaban las cosas, si no bailarle el agua (nunca mejor dicho) al dios, sí al menos no provocar su ira. Y a tal tarea se afanó el que suscribe. Y algo debimos hacer mal pues siguió lloviendo y encontramos más nieve de la prevista en el collado. Y a partir de ahí fue el chubasquero calado, la marcha cansina y el comer apresurado, los silencios largos, la mochila húmeda: el agua omnipresente… y el pensar. La cabeza divaga y el pensamiento se torna cruel enemigo. Hay que tomarse las cosas con filosofía, se dice, cuando algo va mal. Querrá decir el saber popular que en situaciones como la descrita uno empieza a plantearse preguntas que siempre ocuparon al filósofo. “¿Quién soy?” “De dónde vengo?” y ante todo, “¿Qué narices estoy haciendo aquí?”. Esto último entra de lleno en el ámbito de la psiquiatría (de psyche, etimología en la próxima entrega). Y pues no hay respuesta, queda la ya mencionada resignación. Tópicos, en realidad. La genuina pregunta del filósofo es: ¿se puede ser feliz aquí y ahora?

El hecho es que los 16 aguantaron estoicamente el chaparrón. Estoicamente. Aclaremos algo: el estoicismo fue una concepción filosófica de la vida muy popular sobre todo en el mundo romano. Tuvo su origen en la “Stoa” academia del saber fundada por Aristóteles, de ahí su nombre. Y no abogaba, como suele creerse, por un “verlas venir”. El estoico creía que el humano, ser natural, debía adaptar su comportamiento a la Naturaleza y sus devenires pues eso le permitía capear mejor el temporal: a mal tiempo buena cara. Intentar anticiparse y controlar los vaivenes de la voluble Fortuna sólo les conducía a la infelicidad, por aquello de que quien se preocupa antes de tiempo, se aflige más de lo necesario. Y el estoico creía firmemente en la felicidad, en espiritual comunión del cuerpo con la naturaleza. Se mojaban, pero eran felices. Montañeros ellos, si hubiera habido montañas que subir o costumbre de subirlas por gusto, más bien. De hecho los dioses las habitaban. Algo bueno tendrían. La otra gran corriente de filosofía vital de la antigüedad occidental, el epicureísmo, adoctrinaba en el arte de buscar la felicidad en el propio cuerpo como fuente de placer. Sin dañarlo, pues elevaban la moderación a la categoría de virtud máxima, pero sin estigmatizar tampoco el deseo. Y por ello no lo convirtieron en pecado. Para el epicúreo, lo más parecido a la felicidad era una reunión con buenos amigos, sabrosa cena, una botella de buen vino y una sosegada pero intensa charla. No había por entonces televisión ni móviles. Fueron filosofías del aquí y ahora.

La jornada por el valle de Monestero hasta San Maurici, entre J.M. Blanc y Amitges, bajo los majestuosos Encantats, estuvo rebozada de épica, deduciendo por tal que aquello nos costó más esfuerzo del normal, sobre todo mental, y que no nos lo pusieron fácil. La épica es necesaria para la Historia. Sin épica, la Historia cae en el olvido. La épica además une y crea lazos firmes entre los protagonistas.

Quizá si hubiéramos sabido aplacar al dios adecuado la historia hubiera sido diferente, pero, entonces… no hubiera sido lo mismo.

Pasamos la vida buscando paraísos ocultos. En realidad no hay mejor paraíso que el que podamos encontrar en nosotros mismos.

Dedicatorias

A José Luis, por hacerme el trabajo sucio.

“Acostaos tras satisfacer vuestros deseos comiendo y bebiendo vino, pues esto da fuerza y vigor. Y nada más asome Aurora, de rosados dedos, que se reúnan los hombres junto a las naves con los carros, exhórtalos y pelea en primera fila”.

(Homero: “Ilíada” Canto IX – 708/710)

Ala inefable bota de vino de Richo.

“Y los heraldos derramaron agua sobre sus manos y los jóvenes coronaron de vino las cráteras y lo repartieron entre todos haciendo una primera ofrenda, por orden, en las copas. Luego(…)se pusieron en pie para hacer la libación”.

(Homero: “Odisea” Canto III – 340)

A Jesús y su exquisito jamón de Teruel (manjar de dioses).

“Terminada la faena y dispuesto el festín, comieron y nadie careció de su respectiva porción”

(Homero: “Ilíada” Canto I – 432)

Con todo, todo, absolutamente todo mi cariño, para Begoña.

“Había también trigo, cebada y una cerveza muy fermentada en cráteras. En ellos los granos de cebada flotaban en la superficie, asimismo había dentro cañas, grandes y pequeñas, sin junturas. Cada vez que alguien tenía sed, debía tomar una caña y sorber por la boca. Y era un licor muy fuerte si no se rebajaba con agua, pero muy agradable para quien estaba acostumbrado a beberlo.”

(Jenofonte: “Anábasis” Libro 4 – V. 26, 27)

Fotos de la actividad.

4 Comments

  1. Victor Manuel el 4 de noviembre de 2019 a las 21:59

    Excelente travesía, enhorabuena al organizador y al club.

    En el siguiente enlace podéis descargar las fotos de javier y también alguna mía

    https://we.tl/t-2UWBTzX6qe

  2. richo976 el 5 de noviembre de 2019 a las 16:35

    Un saludo a todos y en especial al cuenta cuentos del organizador jajajajaja.
    Una travesía de lujo, de las de recordar por los momentos vividos y guardar en la retina las maravillosas vistas que nos ha deleitado.

    Este es el enlace de descarga de mis fotos, teneis 8 dias para poder hacerlo:

    https://we.tl/t-b9wXdvd42m

    Este es de la recopilación de las fotos que los compañeros ha subido al whatsapp:

    https://we.tl/t-Esa56ybSfI

    Y aqui podeis ver todos mis fotos en el álbum y descargaros las que os gusten solo:

    https://photos.app.goo.gl/Mqd1scaA91vt2Dq88

    Y mi cronica y una coleccion de las fotos en mi Facebook, que esta libre y podéis entrar:

    https://www.facebook.com/ricardo.longines

    Y sin mas……..Hasta la proxima.

  3. Jesus el 8 de noviembre de 2019 a las 22:03

    Excelente crónica Carmelo…Jajaja Y q gente más maja para la desdicha….y las fotos q decir ….perfecto

  4. Ana Cris Navarro el 9 de noviembre de 2019 a las 20:47

    Excelente crónica Carmelo jajaja y una magnífica travesía un abrazo

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