Salida del club a Peña Forca del domingo 16 octubre.

Todas las fotos de la salida en el álbum del club pinchando en este vinculo: https://photos.app.goo.gl/zRJWAicatQsTcc1x6

“Muy altos son los valles y muy altos los árboles. Hay allí cuatro gradas muy luminosas de
mármol. Sobre la verde hierba Roldán se ha desmayado…”
(“Canción de Roldán” 2271-73)
¿Y si las cuatro losas de mármol fuera una recreación poética de las cuatro lomas de Peña
Forca? Así lo pensaba el creador de la hipótesis de la emboscada a Roldán en el valle de Sícera
(Siresa), “por donde pensaba pasar el rey (Carlomagno)”, (op. cit. 583).
Por Siresa pasaba la antigua calzada romana hacia Francia, por el puerto del Palo. Todavía hoy
quedan soberbios restos del peralte sobre la Boca del Infierno, y era el camino lógico de
retorno de la columna de bagajes del ejército de Carlomagno tras su fracasado intento de
tomar Zaragoza y crear una “marca” (frontera) hispánica. Los grandes ejércitos temían los
pasos de montaña. Con frecuencia les pillaba mal tiempo y tenían que avanzar penosamente
por la nieve cargados de impedimenta y helados de frío. No podían maniobrar en los pasos
estrechos y eso los volvía poco eficaces y víctimas codiciadas de los lugareños, que ya sufrían
lo suyo con el rapiñeo a los que les sometía la soldadesca. Se retiraban de las aldeas con sus
rebaños y objetos de valor, y cuando podían atacaban en emboscada a la retaguardia, para
rapiñarles a su vez lo que pudieran. El ejército pasaba deprisa, no podía detenerse a combatir.
¿Que un grupo andaba rezagado con caballerías y personas cansadas o cojas, hambrientas o
sedientas? ¡Pues que se las apañaran! El caso era salir de allí cuanto antes. Si acaso una
compañía volvía en su ayuda era para llegar tarde. Y luego, ¡a saber por dónde andaban los
agresores! Conocedores del terreno, desaparecían como fantasmas. Quizá arriba, en la
mismísima Peña Forca. No había tiempo para buscarlos. Aníbal debió de perder más hombres y
animales así en su paso invernal por los Alpes que en la campaña previa en el Ródano
(impresionante el cuadro de Turner:
https://es.wikipedia.org/wiki/An%C3%ADbal_cruzando_los_Alpes#/media/Archivo:Joseph_Ma
llord_William_Turner_081.jpg).

Una escaramuza así debió de suceder en ¿Roncesvalles? ¿Oza? El caso es que murió un noble,
Roldán, que aún intenta moribundo romper su espada Durandarte contra unas piedras para
que no cayera en manos enemigas. La verdad es que le cuesta morir más que al bueno en una
peli del oeste. De pequeño me sorprendió lo que era capaz de hacer el héroe herido de muerte
y “con los sesos saliéndole por los oídos”, efecto de soplar con fuerza e insistencia el cuerno
trompetero que debía advertir a la vanguardia de lo que estaba sucediendo por detrás. Y lo del
tajo para abrir una brecha en la cordillera para ver Francia por última vez es un añadido
posterior a la leyenda.
En fin, que nos lo digan a nosotros, lo que es transitar por el entorno de Oza hacia Peña Forca.
¿Quién va a ir a buscar, con armadura y todo, a unas docenas de rabiosos lugareños
desparramados por bosques y riscos? ¿A quién, con un mínimo de sentido común, se le ocurre
salir pedrera arriba hacia el collado de Lenito en persecución de unos individuos que han
robado un par de jubones, el embutido de reserva y cuatro dagas por mucho que les hayan
roto la cabeza a unos cuantos camaradas de tropa? (Otra cosa es que además se hubieran
llevado el vino, pero el de la bota debía de andar siempre por delante, al parecer). Y es que,
eso, salvo mantener los pasos de montaña libres para comerciantes y soldadescas, a nadie se
le ocurría en la antigüedad o en la edad media subir montañas. ¿Para qué? Nada se les había
perdido por allí. Además, sabido era que las habitaban dioses o criaturas malignas. Una de dos.
A veces eran fruto de algún encantamiento como castigo por hechos malvados e inconfesables
(Encantats, Treserols, etc). Mejor no acercarse. El Olimpo era sagrado, nadie subía hasta allí.

Moisés visitó dos veces el Sinaí o Horeb en la tradición bíblica porque así se lo ordenaron,
aunque no consta que hiciera cima.
Subir montañas como deporte, negocio o afición es pasión contemporánea. Empezó teñida de
romanticismo en el siglo XIX, de la mano de quien se podía permitir gastar dinero en el tiempo
libre descubriendo grandes espacios lejanos. Contrataban guías, habitualmente pastores y/o
cazadores reciclados o que compatibilizaban la actividad. No siempre (casi nunca) habían
subido montañas, pero conocían los pasos y el entorno pues a menudo andaban desgarmando
cabras enriscadas o persiguiendo sarrios heridos. En Luchon vestían llamativas chaquetas rojas
con placa identificativa y tenían precios fijos establecidos por sus servicios. Continuó como
auténtica guerra de prestigio nacional durante la primera mitad del siglo XX. ¡Y hoy hay hasta
clubs de montaña!
Pero hasta que no se decidió establecer la frontera real entre ambas vertientes pirenaicas a
partir del siglo XVIII, y hacer mediciones de la altura de las cumbres (en Peña Forca no lo
debieron de dejar claro, al parecer, pues no hay consenso actualmente), nadie subía
montañas. No hay constancia al menos. Sólo sé de un par de excepciones.
Una, Diego de Ordaz, capitán de Hernán Cortés en México, quien lo envió de expedición al
Popocatépetl, el volcán tutelar local con la misión de hallar el paso a Tenochtitlán y de paso
hacer acopio de azufre para fabricar pólvora, de la que andaban escasos. Pudo haberse
ahorrado la subida hasta la cima entre las fumarolas pero al parecer le picó la curiosidad y se
llegó hasta arriba, pues así lo recoge en su narración Bernal Díaz del Castillo (“Historia
verdadera de la conquista de Nueva España”).
Otra es la gesta de Pedro III de Aragón, siglo XIII, que en una pausa en su guerra contra la
amenaza francesa decidió hacerle una visita al pico Canigó, considerado entonces el más alto
de la cordillera. Relató a quien quiso creerle, pues sus acompañantes le aguardaron en una
gruta a mitad de camino siguiendo él solo el resto del camino, que cerca de la cima había un
gran lago, y que de él emergió un enorme dragón que él ahuyentó con su espada,
emprendiendo la bestia vuelo hacia Francia. ¿Mero sentido del humor o astuta intención
propagandística?
Ordaz cumplía una misión y tal vez Pedro, a su modo, también. Pero ambos subieron… ¿cómo
decirlo? ¿Por placer…? Pues eso, como siempre, un placer haber compartido con vosotros los
1.200 o 1.300 metros de ascensión a Peña Forca desde Oza. Esta vez con vino. Del bueno.